Única como la huella de la multitud humana que desde hace miles de años pasea y danza por el Mediterráneo, sembrando cultura, conocimiento, recuerdos y sueños.
Tan única como la suma de los vientos que acarician costas, colinas y campos, que curvan árboles, que esculpen elefantes y sillas de montar. Que soplan fuegos de invierno y son talismán de un origen pagano.
Tan única como la conceptualidad arcaica que enmascara un pueblo frente a la floración inminente de la primavera.
Única como las fiestas que se consumen bajo el sol de verano que, en todos lugares. Anticipan el final del año agrícola y abren las puertas al inicio del año con sus perfumes y colores.
Única como la continuidad lingüística que quiere agarrar el futuro y que une a los diferentes rincónes y lugares de la isla, desde Logudoro a Campidani, pasando por Baronie, Ogliastra y Barbagie.
Única como las cuerdas vocales y guturales que dan forma a versos de cultura y tradición oral y que acompañan a la dialéctica improvisada en escenarios pisados por cantantes antiguos.
Única como el gran libro de su historia escrita por los pueblos paleosardos, de la civilización nurágica, de los protagonistas de las incursiones comerciales que han tenido lugar y de las espadas de las dominaciones que han ocurrido y que se han impuesto en el tiempo.
Única como el saber hacer culinario pasando de horno en horno, de plato en plato, fermentado en las bodegas, exprimida con amor después de una dura cosecha.
Única como Cerdeña, tierra por descubrir, explorar, escuchar y disfrutar.
Para amar.